martes, 29 de diciembre de 2009

Rapado para fin de año ENVIADA POR MI AMIGO JAVA

Estabamos en la casa de mi abuelo, era un domingo espectacular de verano, hacia calor, y disfrutabamos de la pileta como siempre. A las una de la tarde nos llamaban para almorzar y mis dos amigos y Yo fuimos a disfrutar de un buen asadito que habia hecho mi abuelo. Mi dos amigos, Pablo y Damian, siempre estaban en la casa de mi abuelo cuando yo iba a quedarme los fines de semana. Todo marchaba bien, almorzamos, jugamos un rato mas en la pile, luego descansamos en las reposeras tomando un poco de sol, a tal punto que nos hemos quedado dormidos bajo el sol, quedando rojos como camarones. A las 4 de la tarde de ese domingo llego Arturo, un amigo de mi padre, un tipo joven que a mi no me caia muy bien que digamos, era muy mandón y le gustaba retar a los chicos ademas de ser, para desgracia de nosotros, peluquero. Pero la llegada de Arturo no fue casualidad, este vino a pedido de mi padre que le pidió que pasara a cortarme el cabello, lo supe, poruqe ni bien llego nos vio sentados en las reposeras y dijo " Buenas Tardes Ramiro, (nombre de mi abuelo) vine para rapar al nieto,(risas de por medio). Ahi supe bien que evidentemente iba a ser podado como un arbol en otoño. Mis amigos ya habian empezado a reirse, y Pablo me dice " vas a quedar como un soldadito, jejee", Damián tambien se reia, pero Damian casi siempre se solidariza conmigo y tambien se corta el pelo. Fue asi que me levante y tome asiento en una silla que ya habia preparado el sadico de Arturo. Mi cabello estaba realmente largo, mi flequillo llegaba hasta pasando mi nariz, y en la nuca el largo tapaba completamente la nuca pasando tres o cuatro dedos mas. Arturo me puso la capa blanca con dibujos de autos de carrera, como si fuera un niño, en realidad lo era, pero no tanto, ya tenía casi 14 años y mis dos amigos se sentaron a contemplar mi rapada. Pablo y Damian me miraban y me hacian burla, se sonreian y yo estaba colorado como un tomate. Mi abuelo se acerco y dijo, cortaselo bien cortito, asi le dura todo el verano!" Yo no podia creerlo, estaba todo perfecto hasta que llego este demoniaco hombre llamado Arturo. Saco su maquina y observe que no puso peine alguno, en ese momento parecia que me iba a desmayar, tenia ganas de llorar y se notaba, para colmo mis amigos tenian el pelo tan largo como yo y se seguian riendo. Arturo como si fuera simple rutina, empujo mi cabeza hacia abajo y paso la maquina hasta arriba, llegando a la coronilla. Los mechones de pelo caian y caian y mis amigos se reían, y se reían. En ese instante mi abuelo se dio cuenta de la situacion y dijo "Pablo y Damian despues siguen ustedes, no crean que van a estar todo el verano con esas mechas", la sonrisa se fue del rostro de ambos y regreso a la mia. ARturo me seguia pelando la nuca y los costados, nunca vi tanto pelo caer al piso, luego se detuvo, tomo un peine y empezo a pasarlo por la cima de mi cabeza dejando un flequillo que era imposible de arreglar, es decir, era demasiado corto como para peinarlo entonces si o si iba quedar como si fuera un niño de la decada del 40, ademas de reducir todo el resto a un centimetro. Me estaban pegando un rapada padre, mas corto que lo habitual, la nuca y los laterales estaban sombreados y arriba apenas una felpa de pelo quedo luego de que la endemonidada maquina se detuvo, con ese feo flequillo que me hacia ver como un niño de diez años. Ya no habia nada que hacer, el daño ya estaba hecho, mi nuca estaba blanca al igual que los laterales y constrataban con lo bronceado de mi cuerpo. Luego, Arturo y su sonrisa que indicaba que disfrutaba mi rapada como un soldado recien reclutado, con una navaja afeito la pelusa de las patillas y la nuca y listo, mirando a mi abuelo para ver si aprobaba el corte, este dio el visto bueno. Pablo y Damian se mataban de risa, me decian "pelado por alcahuete", " a ver el peladito como toma la leche ahora" y justo en plena gastada de bromas llega mi padre. Me mira y con una sonrisa me agarra de los hombros, pasa su mano por mi cabeza y dice " muybien, muy buena rapada le pegaste Arturo, pero por favor, sacale el flequillo, lo quiero todo rapadito" Yo tenia ganas de llorar, me sentia como humillado porque mis amigos se reian y me cagaban,y Arturo como un soldado que recibia una orden, procedio a raparme el flequillo, quedando ahora como un bebe de 2 años. Mi papá al ver que los otros dos rufianes se reian, lo tomo a Pablo de un brazo y lo sento en la silla, lo miro a Arturo y dijo, " dale Arturo, el mismo corte que a Javi, que ya hable con su padre", Pablo serio estaba sentadito y como un cordero en el matadero fue rapado como Yo, jajaja!! nunca experimente tanto placer de ver como lo pelaban a mi verdugo, ademas Pablo estaba mas bronceado que nosotros, por lo que se notaba mucho mas su rapada y Damian, que desde luego ya no se reia, siguio el mismo camino, con la diferencia que Dami, dijo "no veo la hora de estar como mis amigos". Lo malo de todo esto fue que nos raparon un 28 de diciembre, osea en la fiesta de fin de año, todos mi familiares me cargaron, me tocaban mi cabeza, me pegaban en la nuca, sobretodo mis primos mayores y lo bueno fue que los tres pudimos soportar las cargadas de otros amigos que tenemos en comun, eso si, no necesitamos cortarnos el cabello hasta mediados de marzo, que comenzaron las clases.

NO CONFIES EN TUS TIOS

Los veranos son calurosos en Buenos Aires, y mucho mas si no te vas de vacaciones. Era un viernes, yo tenia doce años, como siempre despues del mediodia iba a quedarme a la casa de mi abuela materna. Ella era una mujer muy fuerte pero sumamente dulce, con ella vivia su marido que no era mi abuelo, y sus dos hijos, hermanos de mi mamá. Uno de ellos me lleva a mi unos 18 años maso menos, osea que en esa epoca mi tio Claudio tenia unos 30 años, el otro era mas chico unos 27. Ese viernes llegue y mis Tios se iban a jugar un partidito de futbol, asi que no dudaron ni bien me vieron en llevarme con ellos. Alla fuimos a jugar a la pelota con otro equipo de la zona. Jugamos, ganamos y festejamos comprando un par de gaseosas y unos sandwiches. En la vuelta a casa, yo estaba todo sucio, me habia caido jugando y encima estaba medio rengo de la patada que me dio uno de los jugadores del equipo contrario. Mi tio Guillermo, es un tipo muy inteligente y mas serio, mi tio Claudio era bastante verdugo conmigo, me quiere mucho, pero siempre estaba haciendome alguna broma para fastidiarme. Entre charla y bromas, mi tio Claudio me dice, me parece a mi o te estas dejando la melena de nena que tan bien te queda, risas de por medio, le respondi, "no lo que sucede es que no hice a tiempo a ir a peluqueria", seguimos nuestro viaje y unas seis cuadras antes de llegar a la casa de mi abuela, mi tio Guille dice, vamos a peluqueria Javi, dale yo te pago que lo tenes muy largo y de paso nos cortamos los tres.- Bueno, ya que no habia muchas opciones, acepte y ahi fuimos. Entramos en la pelu, el primero en sentarse, debido a que los dos me sentaron, fui Yo. Roberto un peluquero Polaco, me puso la capa y dice, bueno, como lo dejamos? Mi tio Claudio en broma dice, bien peladito Roberto, que tiene piojos!! risas de por medio, se acerca mi tio Guille y dice, Roberto, como siempre, hacele una media americana. Yo abri mis ojos y dije, "no, media americana nooooo" mi tio me hizo callar con el gesto de callate o cobras, y procedio Roberto a cortarme el pelo. En eso mi tio Guille sale de la pelu porque vio a un amigo suyo y se fue a hablar con el, osea que quede solo con el peluquero y mi tio Claudio. Claudio se acerca al sillon y le dice al peluquero, "Roberto, no le hagas una media americana, hacele algo mas con onda, rapalo todo al uno que le va a quedar mejor". Yo medio que me estaba por poner a llorar, pero mientras me pelaban como a un niño, mi tio Claudio me cargaba, "che que lindo que estas quedando, cuando te incorporan a la Armada", o tambien me decia, ahora asi peladito como estas Analia se va a buscar a uno con cara de hombre y no con cara de bebe como la tuya" y si fue, que el maldito peluquero me rapo al uno una tarde de verano, lo malo de todo eso fue, que ninguno de mis dos tios se corto el pelo, solo me lo hicieron cortar a mi, y Claudio el mas jodon me dijo, vos realmente pensaste que ibamos a dejar que el viejo nos corte el pelo? jajaja!! bueno bebe, ahora a tomar la leche que la abuela seguro te tiene preparado el pijama para que te duermas la siestita. Mi bronca era tal que estaba rojo de la rabia y encima con el pelo corto las orejas estallaban de color. Cuando llegamos de mi abuela me miro y logicamente, a ella le encantaba verme rapadito, con doce años y rapado parecia de nueve, y como siempre sucedia, mis tios me hacian enojar pero luego se ponian a jugar conmigo y me complacian en todo lo que queria. Al llegar la noche, mis padres llegaron de mi abuela porque venian a cenar tambien, y cuando me vieron, asombrados dijeron "pero que lindo estas, quien te corto el pelo??" y le respondi, Claudio y Guille, me obligaron a la fuerza a cortarmelo! Mis dos tios se miraron entre si, y Yo creyendo que mi papá o mi mamá iban a decirles algo, ocurrio todo lo opuesto, mi viejo respondio, Chicos los felicito, pero porque no le hicieron pelar mas la nuca?? todos se rieron, y mi papá me pasaba la mano por la cabeza aprobando el corte. Fin de la historia y moraleja, cuando uno es niño, no confien en sus adultos a la hora de ir a la peluqueria.

Las instrucciones del tío Anselmo

Corría el año 1977. Mi primo Ángel y yo estámos de vacaciones y el tío Anselmo nos invitó a pasar el verano en su casa de Madrid. Era un caballero cuarentón, soltero y chapado a la antigua. A mediados de los setenta todos los chicos usábamos el pelo largo, tapando la oreja. Nada más llegar en el tren a la estación de Chamartín el tío Anselmo nos miró fijamente a la cabeza, intuí que algo le disgustaba de nuestra imagen. Esperó a que llegáramos a casa para "leernos las cartilla". Nos dijo que estaba encantado de tenernos a su lado durante un par de meses y que se iba a esmerar para que lo pasáramos bien. Como él también tenía vacaciones nos acompañaría al zoo, parque de atracciones, Museo del Prado etc. Nosotros gozábamos pensando en lo bien que lo ibamos a pasar en Madrid, una ciudad totalmente desconocida y atractiva. Sin embargo el precio que teníamos que pagar era una obediencia total a nuestro tío común.

El tío Anselmo nos dijo que aquella tarde sin excusa deberíamos visitar al barbero. En Madrid el calor apretaba y deberíamos ponernos fresquitos. Nuestro tío no nos podía acompañar porque tenía unas gestiones que resolver. Ángel y yó, al quedarnos solos, comentamos que así seria mejor. Le diríamos al barbero que no nos cortara el pelo demasiado. Una vez hecho el corte nuestro tío se conformaría con el resultado. El tío nos había comprado ropa a su gusto, que para nada coincidía con el nuestro. Nos vistió a los dos iguales, como si fuéramos hermanos gemelos: una camisa blanca de manga corta, pantalones grises oscuros y calcetines altos de Ejecutivo también grises. Exhibir de aquella manera unos calcetines tal altos y finos nos resultó humillante, pero el tío Anselmo no nos dió opción de opinar. Nos dijo que mientras estuviéramos bajo su techo deberíamos obedecerle en todo sin rechistar.

Eran las cuatro y media de la tarde cuando llamó a la puerta el portero, del edificio, un tal Nemesio. Era él quien nos iba a acompañar local de barbería. Recuerdo que las calles estaban vacías y que el calor resultaba agobiante. En pocos minutos nos encontrábamos frente a la barbería en que nos iban a cortar el pelo. Era un establecimiento muy antiguo, con una puerta de cristal tapada por una cortina blanca corrida. Sin embargo, ésta estaba sin correr del todo y pudimos contemplar el sillón giratorio, con el respaldo de rejilla, y el armazón metálico, una verdadera pieza de museo. Tuvimos que esperar fuera unos minutos hasta que apareció el barbero. Se trataba de un señor mayor de pelo blanco. Nos saludó cortesmente y nos invitó a pasar. Nosotros le dijimos al portero que se podía marchar, que sabíamos volver solos a casa. Pero antes de irse Nemesio le dio un papel al barbero. Mi primo y yo nos miramos y nos quedamos un tanto preocupados. El tío Anselmo siempre estaba bromeando con que nos iba a cortar el pelo al rape en cuanto cayésemos en sus manos y solía cumplir sus amenazas.

El barbero nos invitó a sentarnos. Se metió en la trastienda y pudimos ver como se quitaba la camisa y se quedaba con tan sólo la camiseta de tirantes, poniéndose encima una bata blanca. Mi primo y yo empezamos a asustarnos. No sabíamos lo que nos iba a ocurrir, estábamos en manos de un señor mayor, de mentalidad trasnochada, que nos iba a cortar el pelo a su gusto. El barbero nos preguntó quién iba a ser el primero en tomar asiento. Ninguno de los dos queríamos tener aquel "privilegio" y discutíamos sobre el tema de forma abierta. Pero el viejo barbero nos hizo una pregunta: ¿Quién de los dos es el mayor?. Al llevarle a mi primo Ángel más de medio año fui yo el primero en sentarme en el potro de tortura.

El local olía a masaje Flöid y a colonia Varón Dandy. Al poco tenía colocada una inmensa capa blanca de algodón sujeta con una tira de papel blanco. El barbero sacó de su bolsillo la nota del tío Anselmo y palideció. Las intrucciones no dejaban lugar a dudas. Literalmente decía así:

Estimado sr.

Le mando con Nemesio a mis dos sobrinos. Observará que parecen dos ye-yes, llevan el pelo casi tan largo como las chicas. Espero que usted ponga remedio al asunto y me los envíe convertidos en dos hombres. Para que aprendan disciplina e higiene los va a rapar a riguroso cepillo parisién. Les mete la maquinilla del cero hasta la coronilla, y en los laterales hasta las sienes. No se ande con contemplaciones. El cuello se lo apura al máximo, con la maquinilla del doble cero. De arriba les corta el pelo dejándo como máximo un dedo. Un corte de marine, de los que me hace a mí cada quince días. Si se resisten tiene mi consentimiento para usar la fuerza. Le autorizo a darles un soplamocos si lo cree oportuno

Sin otro particular le saluda:

Anselmo Gutiérrez

El señor mayor empezó a peinar mi cabello negro, sin pronunciar palabra alguna. En la encimera tenía una maquinilla manual de púas muy estrechas. La movió en el aire, me sujetó con fuerza la cabeza y empezó a pasármela por el cogote. Sentí un escalofrío al notar la fría cuchilla en contacto con mi nuca. Tan sólo se oía el sonido mecánico de aquel instrumento metálico. Grandes copos de cabello negro caían al suelo o se quedaban enganchado en los pliegues de la capa. Sentí un cosquilleo muy placentero al dedeslizarse la maquinilla por mi cogote. Me la subía más y más hasta llegar a la coronilla. Cuando me asusté de veras fue al pasármela por la zona de las patillas. La piel blanca estaba a la intemperie y apenas asomaban unos pelillos milimétricos, duros como alfileres. Sin lugar a dudas aquel era el mayor rapado de mi vida. Tenía un nudo en el estómago. Cuando terminó con la maquinilla del cero echó mano a la del dos ceros para apurarme aún más el cuello y las patillas. También usó la maquinilla del uno y la del dos y en la zona del flequillo me lo cortó a tijera. Con la navaja me perfiló las patillas, los laterales y el cuello. Para finalizar me aplicó una buena cantidad de masaje capilar Flöid, a base de quina. Cuando me enseñó con el espejo el resultado me entraron ganas de gritar. Sin embargo, el barbero, queriéndome consolar me pasó la mano a contrapelo por la zona trasera de la cabeza y sentí un gran placer al notar la suavidad de mis milimétricos cabellos.

Mi primo Ángel fue rapado exactamente igual que yo. Al abandonar la barbería teníamos la sensación de que la gente nos miraba por la calle. Fuimos corriendo a casa, un tanto avergonzados. Nos preguntábamos cuanto tardaría en crecernos. A el tío Anselmo se le iluminó la cara al vernos tan peloncetes. Nos sobó a placer las cabezas y sonriendo de oreja a oreja dijo:

Así quiero yo a mis sobrinos. Podéis pasar la más rigurosa revista militar. Cada quince días iréis a la barbería.

RECRUIT HAIRCUT
















FOTOS ANTES Y DESPUES















UN RAPADO MAS

esto es corto, viernes por la tarde, iba para la facultad, como era temprano decidi pasar por la peluqueria. Entre, peluqueria media viejarda, pero como me gustan las peluquerias antiguas entre sin dudarlo. El peluquero un cincuenton, me invita a tomar asiento, me pone la capa colorada y me dice, ¿corto o largo? ups pense, y respondí corto. Sin mediar dialogo, tomo la maquina con el peine 1 y fue a la patilla, me pelo lisa y llanamente. siguio con el otro costado y luego la nuca, cambio el peine al numero tres y me paso por arriba. Al terminar me dice, asi o mas corto? le respondo se puede mas corto? y el me dijo, mira, hace calor y los pibes se rapan hoy dia, asi que bueno, sin que respondiera de nuevo, me paso la uno por toda la cabeza. me sacudio los pelitos con un cepillo, me paso la mano por la cabeza y dijo, listo muchachito, quedaste bien rapadito. baje de la silla dinosaurio que tenia en la pelu, y le pague. El tipo me mira y me dice, te quedo bien asi pelado, deberias mantenerlo. Sali de esa peluqueria y sentia que todo el mundo me miraba, al llegar a la facu, lo de siempre, cargadas a morir, me pasaban la mano por la cabeza y bueno nada, es el precio que se paga, pero el que esta en esto de usar el pelo rapado lo entiende. Hasta la proxima.

LOS HERMANOS

Tenía 15 años y estaba esperando el autobús justo frente a una peluquería antigua. Cuando llegué vi como estaban terminando de pelar a un muchacho de unos 14 años, le habían dejado el pelo muy corto y no se veía nada contento.

Le terminaron de rasurar la nuca y le quitaron la capa. El muchacho se paró de la silla y el peluquero, hablándoles a los otros dos hermanos que esperaban, preguntó quién seguía. Uno de ellos furioso se negó, el otro, como de 10 años pasó a sentarse.

Ahí fue cuando pude ver que clase de peluquero tenía en frente. Después de peinarlo, tomó unas tijeras y en tres pasadas, cortó todo el pelo que le cubría la nuca. Luego, levantaba el pelo con el peine y cortaba todo lo que sobresalía del mismo. Largos mechones de pelo iban cayendo con cada pasada mientras recorría toda la parte de atrás de la cabeza.

Levantó el pelo que cubría las orejas y de un solo golpe cayó al piso. En menos de tres minutos terminó de cortar alrededor de la cabeza. Siguió con la parte de arriba, cortando largos mechones. En menos de 10 minutos, el pobre niño había sido despojado de su melena .

Tomo la maquinita, la encendió y le rapó la nuca, le rebajó las patillas y todo el pelo sobre las orejas y recortó aún más el cabello en toda la cabeza. Luego, hizo un gran arco sobre sus orejas y le rasuró completamente las patillas y la nuca.

Fue horrible. Mi corazón latía rápidamente, estaba mareado de ver ese espectáculo. El pobre niño había perdido casi todo su pelo y se veía ridículo con sus orejas al aire y su nuca pelada.

Se paró de la silla y el barbero le dice al último hermano que esperaba que se subiera a la silla. Él se negó. El peluquero le dijo que su mamá iba a llegar en cualquier momento y que era mejor que colaborara. Mirando a sus dos hermanos, casi llorando, se plantó en su silla y no se quiso mover.

Bueno, pues tu te la verás con tu mamá. De repente, el barbero me mira y me dice: siéntate tú. Sin darme cuenta, me había ido acercando cada vez más, hipnotizado por el corte. La peluquería no tenía puerta, sino que daba a la calle y tenía una sola silla y una zona de espera alrededor.

Al ver la masacre del niñito, me había ido acercando que cuando me di cuenta, estaba dentro del local. Le dije turbado, no gracias, no me lo voy a cortar. Muy enojado me contestó: mira, tú eres el mayor y ya estás muy grandecito para hacer berrinches como el de tu hermano que no se quiere pelar. Tienes que dar el ejemplo.

Los niños me miraban sin entender muy bien lo que pasaba. El peluquero, por alguna razón creyó que yo estaba con ellos y me estaba casi jalando para que me sentara. Pero, es que yo.. , Nada. Mira que ya me tengo que ir a comer y su mamá va a llegar en cualquier momento. Siéntese y dele ejemplo a su hermano.

Fue tanta la energía con que me hablaba que sin saber muy bien porqué, me senté. Me puso la capa sobre el regazo y la apretó fuertemente. Volteó la silla de tal forma que quedé de espalda al espejo y empezó a peinarme. En ese momento, intenté reaccionar. “Espere, es que yo no vengo a cortarme el pelo”. Tranquilo, me contestó.

Mi pelo, tenía por lo menos 5 pulgadas a los lados y atrás y unas 7 arriba. Siempre he odiado los cortes de pelo y no sabía porqué me sentía tan atraído a ver las peluquerías antiguas.Nunca lo había tenido corto y aunque iba a salones de belleza donde apenas me cortaban un poco, invariablemente entraba con dolor de estomago y salía furioso con el peluquero. Cada vez que veía a algún compañero de colegio recién peluqueado, sentía mucha lástima y una gran ansiedad. Y de repente, estaba yo sentado con este carnicero. Mi corazón latía muy fuertemente y creí que me iba a desmayar.

Le dije:”es que yo no vengo con ellos”. Y me contestó, si.. claro y en ese momento pasó las tijeras por mi nuca. Sentí un viento helado. No había tenido destapada la nuca nunca en mi vida. Podía imaginarme, al recordar al niño, como seguramente me había cortado a ras todo el pelo que bajaba hasta el cuello de mi camisa. NO!! Grité. Espere por favor.Ya sabía que no había vuelta atrás. El corte había empezado y me vería ridículo si me paraba y me iba en ese momento, así que le dije: Solo córteme un poquito, las puntas y ya, bueno? Ya vi que eres el más llorón de todos. Se nota que no tienes un buen peluquero, mira nada más lo traes más largo que todos ellos juntos. Tú, tranquilo, relájate y toma esta revista para que te entretengas. Llevo 30 años cortando pelo, asi que sé lo que hago. Tomó nuevamente las tijeras y empezó a levantar el pelo de atrás y a cortar.

Acuérdese que solo quiero que me corte un poquito, le dije. Si, tranquilo me contestó. Lágrimas rodaban por mis mejillas al ver la cantidad de pelo que caía sobre la capa. Me di cuenta que no tenía ninguna intención de dejármelo más largo que a mis “hermanos”. Peinó el pelo sobre mi frente, cubríendome completamente los ojos y luego, snip, snip. Sentí como me arrancaba los flecos desde muy arriba. Era como una gran lluvia de pelo, mechones y mechones caían, rozándome la cara, las orejas. Me sentía muy raro, como con frio, como con menos peso, como desnudo.

Encendió la maquinita y la pasó, ayudado con su peinilla, por todas partes. Mas pelo caía. Esta vez no eran mechones grandes, sino más bien pelusilla. Sentí que el sonido de la maquinilla aumentaba de volumen mientras me la acercaba a las patillas. Puso con fuerza el filo donde empezaba mi oreja: me acababa de quitar todas mis patillas. Luego, me dobló la oreja y pasaba la punta de la maquina haciendo un gran círculo, siguió perfilando los costados y luego, atrás, sentí como marcaba una gran raya horizontal, muy arriba, bajando luego la maquinita para rasurar todo hacia abajo.

Me untó crema de afeitar a los lados y atrás y con una cuchilla, sentí como me afeitaba lo que antes eran patillas, me rasuraba en círculo sobre las orejas y me dejaba completamente afeitada la nuca. Me puso alcohol, que ardió muchísimo y volteó la silla para verme en el espejo. No podía creer lo que veía: me había cortado casi todo el pelo. La cabeza se veía muy redonda y menos de medio centímetro de pelo a los lados. Mis patillas ya no existían y mis orejas, que siempre habían estado cubiertas, ahora no podían tocar pelo por ningún lado, me había rasurado todo lo que las circundaba.

Tomó un espejo pequeño y me mostró atrás: me había cortado todo igual que a los lados y tenía una nuca completamente rasurada. En ese momento llegó la mamá de los muchachos. El peluquero le dijo que uno de ellos no se había querido dejar cortar. Ella, mirando a los dos pelados, le reclamó, diciéndole que por que les había cortado tanto, que parecían militares. El barbero algo turbado, le contestó que ese era el corte normal para los niños de esa edad.

La señora, todavía un poco indignada fue a pagar y cuando le cobraron 3 cortes, ella dijo, pero si a este no le cortó nada!!. Yo todavía estaba sentado con la capa puesta, medio zombie por todo lo que había pasado. Cuando el peluquero me señaló a miella le dijo que yo no iba con ellos y en pocos minutos se aclaró el enredo. La señora se detuvo un momento a verme y dij bueno, pues gracias por salvar a mi hijo de esa catástrofe, así que no te preocupes que yo pago tu corte… y tranquilo, que eso vuelve a crecer.

SOLO UNA HISTORIA ENVIADA POR JAVA

By Java

fue un dia de verano que decidi ir de viaje a Mexico. Alli vive un amigo mio, muy buen flaco, siempre de buen humor. Si bien me lleva algunos años, nunca
fue problema la edad. Nos conocimos chateando y logramos ser buenos amigos.
Cuando llegue al aeropuerto el estaba esperandome. Nos saludamos con un gran abrazo y partimos rumbo a su casa. Si bien yo tenia hospedaje en un hotel
del centro, el insistio en que vaya a cenar con ellos esa noche. Asi que acepte la invitacion y mas tarde el mismo me llevo a mi hotel.
Al otro dia paso a buscarme, era temprano, Yo ya estaba levantado por suerte, y me dice, tengo entradas para un partido de futbol, quieres venir? si por supuesto
respondi. Me puse unas bermudas de jean, una remera blanca y zapatillas nike, con mi gorro azul qeu me habia regalado mi tio que es oficial de policia. Subi a su auto y en el camino veo que el partido era a las tres de la tarde. Le pregunto, che Julián porque vamos tan temprano si el partido es a tres de la
tarde? el me responde: "No te preocupes, haremos un par de compras primero, luego almorzaremos y despues iremos a ver el partido.
Como el era quien conocia la ciudad acepte sin ningun cuestionamiento. Llegamos a un centro comercial y me dice, "oye Javi, estaba pensando en ir a cortarme el pelo, que tal si me acompañas y ya que esta tu tambien podrias cortartelo",
a lo que respondi: Te parece, yo creo que no., dije sin dudar. Mira me dice el, vamos que es temprano y luego nos vamos a almorzar. Pero te dije que
no lo tengo largo, el sonrio y dijo, no seas chiquilin, el cabello asi como lo traes esta mal visto aqui en Mexico.
Yo no habia notado nada raro, chicos de mi edad tenian el pelo mas largo que yo, pero bueno, acepte y fuimos. Entramos a la barberia, era medio antigua para mi gusto,
pero quedaba mal si le decia a mi amigo que no me gustaba., saludamos al barbero y este respondio, bueno,. quien se va a cortar. Julian se adelanto y dijo, mi amigo viene
por una buena peluqueada, no lo vaya a defraudar. El peluquero me miro y dijo: quedese tranquilo patrón, que su amigo va parecer otro cuando salga de aqui.
A todo esto Yo estaba medio sorprendido, Julian solo me miraba y se sonreia. El peluquero puso la capa alrededor de mi cuello, peino mi cabello y giro el sillon de manera
tal que no podia verme al espejo. En eso escuche el encendido de la maquina de podar soldados, intente girar para ver, y Julian se puso detras mio y no me dejaba ver nada.
El peluquero agacho mi cabeza, por poco toco con mi menton el pecho, y ahi escucho que dice el peluquero, media nuca o hasta la coronilla?, Julian respondio, hasta la coronilla
que quede bien sombreado.
Coronilla? sombreado? nooooooooooooooooo pense, y ahi solo senti el frio de las cuchillas de la maldita maquina. Grande mechones de pelo caian en mi regazo, con unas 10
pasadas por mi nuca hasta la coronilla yo sentia que me iba a desvanecer, Julian y el peluquero hablaban como si nada sucediera, Yo me sentia como un niño que no tiene
opciones y solo le resta esperar la orden de su papá a que diga suficiente, hasta ahi esta bien, pero no, Julian no decia nada, y el peluquero seguia pelando mi nuca.
Luego giro el sillon y siguio con uno de los costados, ahi pude ver el daño que me habian hecho, estaban pelandome a cero, ya tenia ganas de llorar. El peluquero seguia pelandome, ahora del otro lado, y en eso junto coraje y digo, "ey es muy corto, estoy pelado", el peluquero me dijo, Usted se me queda calladito que aun no termine, y volviendo a empujar mi cabeza hacia delante, volvio a pasar la maquina por mi nuca y los lados. Yo ya estaba demasiado tenso, lo miraba a Julian y podia ver su sonrisa maquiavelica, como disfrutando de mi rapada. La clipper volvio a tomar vida, esta vez tenia un peine en sus cuchillas, la poso en mi frente y avanzo hacia atras rapando el largo de mi cabello hasta dejar un casquete como los soldados, pero mas corto, era horrible, parecia un soldado yanki. Julian dijo, un poco mas por favor, asi queda bien parejito. El peluquero a esa altura y creo que nunca dudo, que el que mandaba en mi cabeza era Julian. Cuando termino su obra maestra de terror, con una navaja afeito la pelusa de mi cuello y corto aun mas mis patillas que ya estaban peladas a cero por supuesto. Me sacudio los pelitos con un cepillo entalcado y dijo listo para afrontar el dia. Yo lo mire, me miro al espejo y mis ojos por poco se llenan de lagrimas, me baje de la silla y veo que Julian estaba pagando el horrible corte de pelo, Bien pense, es lo menos que puede hacer. Pero mas asombrado me quede cuando lo veo caminar junto a mi hacia la puerta de salida. "ey, no te vas a cortar vos le dije" y me responde con una sonrisa, otro dia, aun lo tengo corto. para colmo saliendo de la peluqueria nos cruzamos con unos seis pibes de mi edad, y se sonrieron cuando me vieron. A todo esto, Julián me toma de un brazo y me dice, "ey Javi, olvidaste tu gorrita", me la puse y me quedaba grande, obvio, antes era llenada por el pelo que tenia. Subi al auto y Julian seguia con esa sonrisa en su rostro que parecia no irse jamas. Lo miro y le pregunto, ¿se puede saber que te causa tanta gracia? y me responde, "tú", siemrpe quise hacerle a alguien este corte de pelo y por suerte cumpliste mi deseo., te prometo que el proximo corte me lo hago hacer como a ti, despues de todo Javi, pensaste qeu ibas a venir a Mexico y te ibas a salvar de que te lleve a dar una buena rapada, jajaja!! bueno dije, juro que te voy a devolver el favor el dia que vengas a Argentina, como que me llamo Javier.

lunes, 7 de diciembre de 2009

PIOJOS FUERA HISTORIA ENVIADA POR DICIMAD@HOTMAIL.COM

Piojos. Cortar por lo sano Sucedió en el otoño de 1974. En aquel tiempo cursaba sexto de EGB y los chicos usábamos el cabello más o menos largo. Si te cortaban el pelo tipo militar te sentías estigmatizado, pensabas que los demás te miran con lástima cuando caminabas por la calle, incluso se mofaban de tu esquilada. Nadie en su sano juicio se cortaba el pelo a maquinilla, tan sólo los soldados de reemplazo y los señores mayores que vivían anclados en el pasado. Pero ocurrió algo trágico. En el colegio de los Salesianos aparecieron varios casos de piojos en los cursos de mayores. Los muchachos portadores de tan vergonzante infección fueron expulsados hasta que no se cortaran el pelo como los reclutas. El pánico se apoderó de la comunidad escolar. Nuestro tutor, don Arturo, en clase de Formación nos explicó las enfermedades que transmitía el piojo y lo difícil que era luchar contra la infección. Nos aconsejó que nos cortáramos el pelo bien cortito como prevención y que nos lo laváramos con frecuencia, usando alguna loción para evitar ser contagiados. Pero la mayor amenaza venía del exterior. Nuestro tutor nos explicó que Sanidad podía tomar cartas en el asunto y que si la cosa iba a mayores mandarían a barberos para raparnos al cero. Así se había hecho en varios colegios públicos de Logroño. El tema estrella de conversación durante los recreos y en los viajes de autobús escolar era el de los piojos. Mi amigo Jesús y yo nos dedicábamos a aterrorizar a los más pequeños diciéndoles que si venían los de Sanidad nos rasurarían el cráneo a todos, nos dejarían como al teniente Kayak, un detective televisivo que lucía una resplandeciente y esférica cabeza. Y por desgracia nuestros presagios se cumplieron. Una mañana de lunes al formar en fila vimos a varios caballeros con bata blanca. A Jesús y a mí se nos puso un nudo en el estómago. Llevábamos el pelo larguito y así nos sentíamos más modernos y mayores. Cuando llegamos a clase don Arturo nos informó de cómo estaban las cosas: -Ahora vamos a acudir en fila a la enfermería, nuestro curso va a ser de los primeros. Allí nos esperan los inspectores de sanidad y nos van a revisar las cabezas una a una. Esperemos que ninguno de la clase tenga piojos porque de lo contrario el corte de pelo que os van a meter a todos será de los que no se olvidan… Uno a uno fuimos pasando por las manos de aquellos inspectores de rostro serio y mirada inquisitorial. Recuerdo que llevaban unos guantes de látex, de los que usan los médicos y que te revisaban una y otra vez, especialmente si llevabas el pelo largo. Tanto Jesús como yo estábamos libres de los huevos y de cualquier parásito. Quedaban por revisar unos diez chicos cuando le tocó el turno a un tal Alex. De repente uno de los sanitarios llamó al doctor y con cara seria reafirmó lo más temido. Había un caso de infección de piojos. Alex tenía liendres y parásitos capilares. La alarma saltó de nuevo al ser revisado un tal Víctor. Los dos piojosos coincidían con los más melenudos. La clase entera estaba sentenciada. De nada sirvió el cable que nos echó don Arturo, intentando negociar con los sanitarios una salida digna. Todos los alumnos de la clase, sin excepción, debíamos ser rapados al cero. Tanto Jesús como yo intentábamos oír lo que les decía el tutor a aquellos funcionarios, pero no captamos más que alguna palabra suelta. Al final don Arturo nos dio la noticia más temida. -Bueno chicos, han encontrado dos casos de piojos y algunos de vosotros podéis ser portadores de la infección en menos de veinticuatro horas. Sólo hay una solución: cortaros el pelo al cero. No hay otra salida. Os pido que seáis valientes y que os lo toméis con filosofía. No sois niños pequeños y por lo tanto vais a asumir las cosas como vienen. En formación y en completo silencio vamos a bajar a la clase de gimnasia…. Jesús y yo nos mirábamos asustados. ¿Qué iba a ser de nuestro pelo? Tanta lucha para que nuestros padres no nos mandasen a la peluquería y al final nos lo iban a cortar al cero. Aquello era terrible. En la clase de gimnasia, que recientemente había sido revestida de parqué, habían instalado un sillón antiguo de barbero, un mueble y un espejo de cuerpo entero. Al parecer el acuartelamiento de Las Américas había prestado el instrumental para realizar la operación de higiene. Nuestro tutor, con el rostro serio y desencajado nos dio las instrucciones. Lo íbamos a hacer por orden de lista. El primero era Albareda, un chico rubio y de pelo liso. Nos quedamos absortos contemplando como se sentaba en el sillón y como le colocaban una inmensa capa blanca. El barbero, un señor de unos treinta años, con bigotillo recortado y pelado a cepillo peinó al chico y acto seguido prendió una maquinilla eléctrica de carcasa gris oscura. No tenía ningún tipo de peine, sólo la cuchilla metálica y fría. Se la introdujo por la frente y le abrió una calle en el centro de la cabeza. La maquinilla dejaba a su paso el cabello cortado al milímetro. Albareda estaba pálido, con los ojos humedecidos, a punto de llorar. Grandes mechones caían al suelo de pelo rubio o se quedaban incrustados en los pliegues de la capa. El barbero, vistiendo una bata blanca impoluta, no mostró la menor piedad con nuestro compañero. Su cabeza a los pocos minutos había adquirido una forma esférica. El chico bajó la mirada, no quería verse en el espejo. Dos lágrimas de gran tamaño surcaron sus mejillas. Uno a uno fuimos cayendo en manos del verdugo. Al parecer se trataba de un barbero militar que había sido requerido para aquella misión. Jesús pasó el mal trago antes que yo. Le toqué con cariño la cabeza y pinchaba que daba gloria. Recuerdo que al sentarme en el sillón giratorio el corazón me palpitaba a mil por hora. Sentí el peine alisándome mi pelo negro y abundante. El barbero hizo un comentario despectivo sobre lo largo que lo llevaba pero yo no supe reaccionar. Al poco oí el zumbido de la maquinilla y contemplé con terror como se acercaba a mi frente. Sentí un cosquilleo muy placentero, una vibración que me daba gustito. La maquinilla entró por la frente y se deslizó hasta salir por el cuello. Al mirarme en el espejo pude contemplar una franja de cabello rapado al milímetro. Al poco tenía la zona delantera de la cabeza totalmente despejada. Los mechones negros contrastaban brutalmente con la blancura de la capa. En el suelo, entremezclados con los pelos de los compañeros que me habían precedido, pude contemplar los restos de mi cabello. El cuello me lo apuró con una maquinilla de mano y me pasó la navaja barbero para perfilármelo mejor. Apenas habían pasado unos diez minutos cuando me vi a mí mismo con la cabeza como una bola de billar. Tanto a Alejandro como a Víctor les rasuraron la cabeza, con jabón y navaja barbera. Los dejaron para el final porque usaron un instrumental especial, que fue desinfectado debidamente. De la barbería improvisada fuimos conducidos a las duchas del vestuario. Nos tuvimos que duchar con agua caliente y se nos aplicaron unos polvos blancos muy pegajosos. Se trataba de un desinfectante para evitar que las liendres se adhiriesen a la piel. En el recreo Jesús y yo nos acariciábamos constantemente la cabeza. Estábamos asustados y a la vez la experiencia nos resultaba placentera. Jamás olvidaremos aquel otoño del año 74.