viernes, 30 de abril de 2010

NUEVA ENCUESTA

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martes, 27 de abril de 2010

pelatura bodi

tondeuse bis

al compas de Figaro ( ENVIADA POR SANCHO)

Allá por los años 70 recuerdo que , por motivos laborales , debi pasar casi ocho meses en un pequeño pueblo del estado misionero , llamado Aguilar. Era un pequeño pueblo que , por su extensión , podía recorrerse todo en un día. Era tiempo de verano y , si a eso se agregaba las condiciones propias del clima del lugar ( cálido y húmedo ) , podría decirse que el calor era poco menos que insoportable. Al llegar me instalé en un pequeño motel que me había reservado la compañía para la que trabajaba, que para las caracteristicas del lugar no estaba tan mal, pero serían casi 8 meses de estadía. Era sábado el día de mi llegada, así que una vez acomodado en la que seria mi casa por ese tiempo, salí en busca de algún sitio donde almorzar. No sería fácil , sin embargo lo intenté. Luego de una larga media hora de caminata hallé un pequeño local de comidas , así que decidí probar suerte allí. Mientras comía en una mesa junto a la ventana observaba el monotono paisaje de ese pueblo , recorriendo con la mirada lo que se ofrecía a mi vista. En un momento me detuve en la imagen de una vieja peluquería , de paredes descascaradas y una cortina de tubitos de madera que hacía las veces de puerta de entrada. Recordé que, con la urgencia que había tenido que viajar, no había podido concurrir a mi peluquero de la ciudad y dado que estaria allí tanto tiempo , supuse que, muy a mi pesar, en algún momento tendría que caer en un barbero local. Como mi pelo estaba crecido y , hoy o mañana tendría que ser , decidí que fuera lo antes mejor. Así que , al terminar mi almuerzo , fui en busca de mi suerte. Ni bien entré, me recibió un fuerte olor a alguna colonia barata mezclado con un fuerte aroma a cigarros negros. El local se notaba muy antiguo.Un sillón giratorio de cuero rojo y metal, unas sillas para la clientela, un espejo grande y manchado de humedad frente a la silla del barbero y un mueble donde reposaban las herramientas de trabajo del peluquero. Debo admitir que la primera sensación fue la de terror , y ahí nomás quise volver por mis pasos pero consideré que ya era tarde para dar marcha atrás, así que viendo que había un cliente en el sillón tomé asiento en una de las sillas de espera. El barbero, hombre algo obeso, bajo de estatura y de unos 70 años, me miró con desconfianza y yo pensé que el motivo sería que mi cara no le resultaba familiar ( imaginé que en ese pueblo todos debían conocerse ). No obstante, él continuó con su trabajo. Estaba rapando a algún parroquiano, seguramente conocido, ya que hablaban acerca de los ultimos acontecimientos del pueblo, lo que a mí me resultaban del todo ajenos. Comencé a observar el modo de trabajo de quien tendría , en algunos momentos, mi cabeza en sus manos.Noté que tenía más oficio que arte o estilo, lo que aumentaban mis deseos de salir de allí cuanto antes. Cuando me fui tranquilizando, pude notar que , de algún lugar dentro de la barbería, llegaba una musica que , al prestar atención reconocí como la opera de El Barbero de Sevilla. Daba la impresión de que el peluquero entraba en trance escuchando esa musica, y que realizaba su trabajo al compás de ella. Cuando terminó de pelar a quien estaba en el sillón me invitó, con un ademán un tanto falto de cortesía , a ocupar la silla giratoria. Ya estaban jugadas mis fichas y no había vuelta atrás. Me senté, presa del pánico, y me envolvió con una sábana al cuello que cubría casi todo el sillón hasta casi rozar el piso. Debo decir que mi cabello estaba algo crecido , un poco mas de lo habitual, y me cubría las orejas y pasaba unos centimetros el cuello de mi camisa. Acostumbraba a llevarlo un poco mas corto, generalmente el peine # 4 por detras y algo mas largo arriba para poder peinarlo. El barbero , sin dirigirme la palabra, comenzó a peinarme y en un momento giró el sillón con lo que quedé de espaldas al espejo y solo podía imaginar los movimientos del peluquero.

Lo escuchaba entonar parte de la ópera que envolvía el salon ( era lógico que no me hablara pues no teniamos temas en común para dialogar ) y noté que remarcaba con su voz la parte en que el tenor que la interpretaba entonaba el Fígaro. Admito que me causaba escosor escucharlo de la voz del barbero. Cuando por fin me dirigió la palabra fue sólo para conocer que sería de mi corte, entonces le aclaré que me rebajara la nuca y los costados y que en la corona lo dejara larguito para peinarlo hacia atras. Supuse que esas indicaciones habian sido suficientes. Nada más me dijo y lo escuchaba a mis espaldas como manipulaba sus herramientas. En ese momento , y ante mi sorpresa, la mano del peluquero me empujó la cabeza hacia adelante y mi mentón chocó contra mi pecho. Fue un segundo y , en verdad no me dio tiempo a la reacción, comencé a sentir y escuchar el traqueteo de una maquina cortapelo antigua y manual que se deslizaba por mi nuca hasta la coronilla. Me sentí preso del terror. No podía reaccionar. El peluquero volvio a la base de mi nuca y, otra vez a contrapelo, la subió hasta la coronilla. Podía empezar a ver caer sobre la sabana mechones de mi cabello y seguia sin poder emitir palabra. En ese momento pensé que ya era tarde para todo , asi que con mi cuerpo rígido , me resigné a lo que estaba ocurriendo. Siguiendo los acordes de Fígaro, el barbero iba dejando mi nuca desnuda para luego pasar a mis laterales. Allí , con la cabeza algo mas suelta senti como la maquina se llevaba mis patillas en su camino hacia las sienes. Repitió en el otro lateral y luego con un cepillo de madera me quitó el resto de cabello cortado , el que cubrió casi todo mi regazo.No lo podía creer.

Volvió a girar el sillón de frente al espejo y allí pude observar las franjas de cuero cabelludo que sobresalian en mis laterales. Me quitó la capa y la sacudió en el aire como un torero, para volver a anudarmela al cuello. Ahora podía ver todos los movimientos delante mío , pero seguía sin saber que había sido de mi cabello en la parte trasera, aunque podía imaginarlo. El peluquero tomo otra de sus maquinas ( supuse que era de un peine un numero mas bajo ) y volvió a la base de mi nuca y en tres o cuatro franjas me la dejó pelada. Yo sentía el frío del metal en mi cuero cabelludo. Volvió a mis laterales , los que quedaron reducidos a la nada. La parte superior lucía bastante mas larga que el resto , y hubiera quedado ridículo si lo dejaba así, entonces le pedí que la rebajara tambien. Con otra maquina , apoyada en mi frente , recorrió la parte superior de mi cabeza dejando el cabello a un centimetro de largo. Me había rapado por completo. Pasó por mi nuca una navaja, que afiló en un cuero que colgaba del sillón, para emprolijar el corte. Lo mismo en mis patillas ( patillas es un decir ) . Tomó un espejo de mano y lo colocó detras de mí para que yo pudiera dar la aprobación del corte. Cuando me ví creí que iba a desmayar .Estaba totalmente rapado y al pasar la palma de mi mano por mi nuca parecia un papel de lija. No le dije nada. Me volvió a sacudir con el cepillo y me quitó la capa . Baje del sillón y vi el piso cubierto con mi antigua cabellera. Me miré al espejo por ultima vez, pagué y al salir, el barbero me invitó a mantener el corte sugiriendome otra visita al mes siguiente. Lo miré , no le dije nada y salí. El fresco de la tarde golpeó mi nuca desnuda y juro que sentí escalofrío.

Demas esta decir que por el resto de mi estadía no volvi a cortarme el cabello. Con esa rapada al dos ceros tenia de sobra.

lunes, 26 de abril de 2010

Auré se tond la crinière

La cero (a la pelona)

TURQUIA

En 1997 me encontraba de vacaciones en Turquía con unos amigos. En algún momento, tal vez por aburrimiento, se decidió que todos teníamos que robar algo: un libro, una guía turístico, un lápiz, una postal. Existía el riesgo y el temor de ser capturado. Y esto pareció emocionante.
Tuve la mala suerte de robar en una tienda de recuerdos para turistas donde - me enteré demasiado tarde - siempre robaban. Alguien gritó algo en turco y en pocos segundos apareció un coche con tres policías. En un inglés promitivo traté de decir que era una broma, que quería pagar, pero no me entiendían o no querían enterderme. Me metieron en un coche.
A los pocos minutos estábamos en la comisaría de policía. Entramos en una habitación oscura, oscura, ya que no tenía ventanas. Hacía mucho calor y los policías iban sin camisa. Había un olor fuerte a hombre, a cuartel. Me hicieron sentar en un banco. Entonces comenzaron a pelearse entre ellos. Yo estaba muy asustado. El que más gritaba me hizo sentar en una silla. En un momento, me mostró una máquina de cortar el pelo. Me imaginaba lo que quería hacer y así que comencé con "Please, no, no!". Puso la máquina sobre mi cabeza y mi corazón comenzó a bombear a mil cuando vi que acercó la máquina eléctrica a mi frente. Al mismo momento me llegó un olor muy fuerte. Ese policía, joven y musculoso, estaba todo sudado. Súbitamente sentí el frío de la máquina en la cabeza. Además, el fuerte olor de las axilas del policía casi me hacía desmayar. Después lo supe: los turcos, que son asiáticos, usan aún los olores del cuerpo de forma animal, de una manera que la civilización occidental ha olvidado a base de colonias, desodorantes y perfumes. Los hombres de Turquía, para ser hombres verdaderos, tienen que oler a hombre, y un policía mucho más. El olor de macho debe inspirar temor y respeto. Así que me encontré con un policía que me rapaba la cabeza empezando por la parte delantera. Había poca luz en ese cuarto, pero suficiente para notar en la puerta de crista, que me servía de espejo, que me pelaba al cero absoluto. Con terror vi que después de haberme rapado la mitad de cabeza, apareció la piel, blanca, blanca. Con cuatro o cinco pasadas me dejó pelado al cero. Era julio y estaba muy bronceado. O sea que se me veía la peil muy blanca. No era un corte de "skinhead" como había hecho unb amigo mío, sinó una rapada de prisión.
Después de haberme rapado la cabeza, el policía se echó a reír y llamó a sus camaradas. Antes de que pudiera pensar algo, sentí que me ponían unas esposas. Me sentí levantado por dos hombres y me hicieron caminar hacia la salida. Fuera el sol brillaba y la gente parecía que me esperase. Oí gritos. Uno gritaba más y lo reconocí como el dueño de la tienda donde yo había robado. Cerré los ojos pensando que me golpearía, pero tengo dos brazos fuertes de los policías lo apartaron. En cuestión de segundos pude entender lo que pasaba: me querian exhibir como ladrón. Pensé en mi familia, que se hubiesen muerto de vergüenza al verme con la cabeza rapada, esposado, caminando por la calle entre dos policías turcos. Alguien me hizo una foto. Bajé la cabeza àra no ver la gente. Recuerdo que miré hacia abajo y me vi las manos esposadas. En la parte de las muñecas había una mierda negra de Dios sabe cuántos las habían llevado.
Cuando me hicieron subir unas escaleras vi que estábamos de regreso a la comisaría. En lugar de regresar a la planta baja me bajaron al sótano. Había algunas celdas. Me hicieron entrar cerraron la puerta. Me sentí como un animal y este es un sentimiento difícil de explicar. Estaba solo en una celda de 3 a 4 metros. Después llegó un policía que parecía mandar más los otros bien que llevaba el mismo uniforme. Este hablaba Inglés mejor que yo. Dijo que mientras no viniese el cónsul francés, que me quedaría allí. Entonces me dio una ropa de color verde oscuro. Era un mono. Él me dijo que tenía que desnudarme y ponérmelo. El olor y las manchas de sudor seco de la parte de las axilas confirmaba que era una prenda usada y sin lavar. Empecé con disgusto a ponerme el mono. La cremallera estaba rota y me quedaba el pecho al aire. El oficial, jefe o lo que fuese, sonrió de satisfacción al verme vestido de presidiario turco.
Al día siguienet vino el cónsul. Se enojó y me dijo que en un mes yo era el tercer francés capturado por robar. Me dijo que no era legal exhibir una persona por la calle y menos de haberme rapado, que si quería hacer una protesta o reclamación. Yo quería salir de inmediato. Con su coche me llevó al aeropuerto. Tuve que esperar horas y horas. Regresé solo a Marsella. Tuve que inventar que había vuelto antes porque he había intoxicado con la comida. Cuando se sorprenían por mi cabeza rapada, dije que una apuesta y que otros amigos también se habían pelado.