martes, 29 de diciembre de 2009

LOS HERMANOS

Tenía 15 años y estaba esperando el autobús justo frente a una peluquería antigua. Cuando llegué vi como estaban terminando de pelar a un muchacho de unos 14 años, le habían dejado el pelo muy corto y no se veía nada contento.

Le terminaron de rasurar la nuca y le quitaron la capa. El muchacho se paró de la silla y el peluquero, hablándoles a los otros dos hermanos que esperaban, preguntó quién seguía. Uno de ellos furioso se negó, el otro, como de 10 años pasó a sentarse.

Ahí fue cuando pude ver que clase de peluquero tenía en frente. Después de peinarlo, tomó unas tijeras y en tres pasadas, cortó todo el pelo que le cubría la nuca. Luego, levantaba el pelo con el peine y cortaba todo lo que sobresalía del mismo. Largos mechones de pelo iban cayendo con cada pasada mientras recorría toda la parte de atrás de la cabeza.

Levantó el pelo que cubría las orejas y de un solo golpe cayó al piso. En menos de tres minutos terminó de cortar alrededor de la cabeza. Siguió con la parte de arriba, cortando largos mechones. En menos de 10 minutos, el pobre niño había sido despojado de su melena .

Tomo la maquinita, la encendió y le rapó la nuca, le rebajó las patillas y todo el pelo sobre las orejas y recortó aún más el cabello en toda la cabeza. Luego, hizo un gran arco sobre sus orejas y le rasuró completamente las patillas y la nuca.

Fue horrible. Mi corazón latía rápidamente, estaba mareado de ver ese espectáculo. El pobre niño había perdido casi todo su pelo y se veía ridículo con sus orejas al aire y su nuca pelada.

Se paró de la silla y el barbero le dice al último hermano que esperaba que se subiera a la silla. Él se negó. El peluquero le dijo que su mamá iba a llegar en cualquier momento y que era mejor que colaborara. Mirando a sus dos hermanos, casi llorando, se plantó en su silla y no se quiso mover.

Bueno, pues tu te la verás con tu mamá. De repente, el barbero me mira y me dice: siéntate tú. Sin darme cuenta, me había ido acercando cada vez más, hipnotizado por el corte. La peluquería no tenía puerta, sino que daba a la calle y tenía una sola silla y una zona de espera alrededor.

Al ver la masacre del niñito, me había ido acercando que cuando me di cuenta, estaba dentro del local. Le dije turbado, no gracias, no me lo voy a cortar. Muy enojado me contestó: mira, tú eres el mayor y ya estás muy grandecito para hacer berrinches como el de tu hermano que no se quiere pelar. Tienes que dar el ejemplo.

Los niños me miraban sin entender muy bien lo que pasaba. El peluquero, por alguna razón creyó que yo estaba con ellos y me estaba casi jalando para que me sentara. Pero, es que yo.. , Nada. Mira que ya me tengo que ir a comer y su mamá va a llegar en cualquier momento. Siéntese y dele ejemplo a su hermano.

Fue tanta la energía con que me hablaba que sin saber muy bien porqué, me senté. Me puso la capa sobre el regazo y la apretó fuertemente. Volteó la silla de tal forma que quedé de espalda al espejo y empezó a peinarme. En ese momento, intenté reaccionar. “Espere, es que yo no vengo a cortarme el pelo”. Tranquilo, me contestó.

Mi pelo, tenía por lo menos 5 pulgadas a los lados y atrás y unas 7 arriba. Siempre he odiado los cortes de pelo y no sabía porqué me sentía tan atraído a ver las peluquerías antiguas.Nunca lo había tenido corto y aunque iba a salones de belleza donde apenas me cortaban un poco, invariablemente entraba con dolor de estomago y salía furioso con el peluquero. Cada vez que veía a algún compañero de colegio recién peluqueado, sentía mucha lástima y una gran ansiedad. Y de repente, estaba yo sentado con este carnicero. Mi corazón latía muy fuertemente y creí que me iba a desmayar.

Le dije:”es que yo no vengo con ellos”. Y me contestó, si.. claro y en ese momento pasó las tijeras por mi nuca. Sentí un viento helado. No había tenido destapada la nuca nunca en mi vida. Podía imaginarme, al recordar al niño, como seguramente me había cortado a ras todo el pelo que bajaba hasta el cuello de mi camisa. NO!! Grité. Espere por favor.Ya sabía que no había vuelta atrás. El corte había empezado y me vería ridículo si me paraba y me iba en ese momento, así que le dije: Solo córteme un poquito, las puntas y ya, bueno? Ya vi que eres el más llorón de todos. Se nota que no tienes un buen peluquero, mira nada más lo traes más largo que todos ellos juntos. Tú, tranquilo, relájate y toma esta revista para que te entretengas. Llevo 30 años cortando pelo, asi que sé lo que hago. Tomó nuevamente las tijeras y empezó a levantar el pelo de atrás y a cortar.

Acuérdese que solo quiero que me corte un poquito, le dije. Si, tranquilo me contestó. Lágrimas rodaban por mis mejillas al ver la cantidad de pelo que caía sobre la capa. Me di cuenta que no tenía ninguna intención de dejármelo más largo que a mis “hermanos”. Peinó el pelo sobre mi frente, cubríendome completamente los ojos y luego, snip, snip. Sentí como me arrancaba los flecos desde muy arriba. Era como una gran lluvia de pelo, mechones y mechones caían, rozándome la cara, las orejas. Me sentía muy raro, como con frio, como con menos peso, como desnudo.

Encendió la maquinita y la pasó, ayudado con su peinilla, por todas partes. Mas pelo caía. Esta vez no eran mechones grandes, sino más bien pelusilla. Sentí que el sonido de la maquinilla aumentaba de volumen mientras me la acercaba a las patillas. Puso con fuerza el filo donde empezaba mi oreja: me acababa de quitar todas mis patillas. Luego, me dobló la oreja y pasaba la punta de la maquina haciendo un gran círculo, siguió perfilando los costados y luego, atrás, sentí como marcaba una gran raya horizontal, muy arriba, bajando luego la maquinita para rasurar todo hacia abajo.

Me untó crema de afeitar a los lados y atrás y con una cuchilla, sentí como me afeitaba lo que antes eran patillas, me rasuraba en círculo sobre las orejas y me dejaba completamente afeitada la nuca. Me puso alcohol, que ardió muchísimo y volteó la silla para verme en el espejo. No podía creer lo que veía: me había cortado casi todo el pelo. La cabeza se veía muy redonda y menos de medio centímetro de pelo a los lados. Mis patillas ya no existían y mis orejas, que siempre habían estado cubiertas, ahora no podían tocar pelo por ningún lado, me había rasurado todo lo que las circundaba.

Tomó un espejo pequeño y me mostró atrás: me había cortado todo igual que a los lados y tenía una nuca completamente rasurada. En ese momento llegó la mamá de los muchachos. El peluquero le dijo que uno de ellos no se había querido dejar cortar. Ella, mirando a los dos pelados, le reclamó, diciéndole que por que les había cortado tanto, que parecían militares. El barbero algo turbado, le contestó que ese era el corte normal para los niños de esa edad.

La señora, todavía un poco indignada fue a pagar y cuando le cobraron 3 cortes, ella dijo, pero si a este no le cortó nada!!. Yo todavía estaba sentado con la capa puesta, medio zombie por todo lo que había pasado. Cuando el peluquero me señaló a miella le dijo que yo no iba con ellos y en pocos minutos se aclaró el enredo. La señora se detuvo un momento a verme y dij bueno, pues gracias por salvar a mi hijo de esa catástrofe, así que no te preocupes que yo pago tu corte… y tranquilo, que eso vuelve a crecer.

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