lunes, 22 de febrero de 2010

RAPADO ENVIADA POR FRAN

Siempre tuve el pelo muy largo. Cuando era chico, lo tenía por los hombros. Soy rubio casi albino. Cuando iba a la playa, los mechones de la frente se me ponían blancos por el sol y el mar. De más grande, lo usé siempre por la mitad de la espalda, agarrado con una bandita goma elástica. Siempre igual. Sólo me lo soltaba para dormir.

A los 24 años, conocí a un compañero de curro con el que luego conviviría durante más de seis años. Él se rapaba, casi al ras. Tenía una maquinita para raparse. A los pocos meses de estar con él, me preguntó si me animaba a raparlo. Le dije que sí, que me animaba. Fue fácil. Desde ese día, pensé: “¿y si me rapo yo también?”. Desde ese día, supe que toda mi vida había querido raparme. A la tercera o cuarta vez que lo rapé, le pregunté: “¿y si te pido que me rapes un día?”. “Lo hago”, me respondió. “OK”, pensé.

Pasaron cinco años. Estábamos de vacaciones, en San Juan (Alicante). Una tarde, parados los dos en la arena, enfrente del mar, mirando como pasean las chicas por la orilla, le dije: “quiero raparme”. “¿Estás seguro?”. “Sí”. Volvimos al hotel. Primero, lo rapé yo a él. Después, él a mí. El cambio no fue tan drástico. Ya que hacia un año me corte el pelo y lo deje desfilado pero una media melena. De todas formas, verme rapado fue raro. Y me gustó. Mejor aún. Me encantó. Tenía el pelo aclarado por el sol y el mar, aunque no blanco como en mi infancia, y la piel tostada. Fue raro verme, pero estaba encantado. El asunto era salir del hotel. Salir a la calle, rapado. Me bañé, me vestí y salimos. Algunas pivitas me miraban. Miraban mi pelo rapado. Me miraban a mí. Después de años de pasar desapercibido con el pelo largo, ahora rapadito me animaba a llamar la atención. Esa noche que caminé por la peatonal de San Juan, yo era para mí la hombre más guapete . Estaba encantado con mi pelo rapado. Pero más encantado de lo llamativo que había quedado, ya que ahora llamaba mas la atención mis ojos azules y mi cuerpo de gimnasio.

¿Por qué me rapé? Porque, como llegué a comprender luego, yo cambio primero por fuera para cambiar después por dentro. Necesito los cambios exteriores para empezar (o seguir) con los interiores. Necesitaba verme radicalmente diferente para convertirme en otro. Y es que el que era no era yo. Yo era otro que tenía que descubrir. Necesitaba, además, la dureza que me daba mi pelo rapado. Dureza a la vista y al tacto. Dureza interior. Dejando atrás esa imagen desde pequeño de niño bueno y dulce que crearon mis padres, y a mi me daba miedo a romper.
Tuve el pelo rapado durante 22 meses. Y siempre que me rapé, cada vez que me rapé, sentí que ganaba algo. Ganaba fortaleza, confianza, no sé bien qué, pero ganaba. Era mejor raparme que no hacerlo. Fue la temporada que mas lige, las chicas me trataban de diferente manera. El rapado me hacia un tío mas atractivo y de aspecto chulesco. La última vez que me rapé, sin embargo, sentí que perdía, aunque tampoco supiera bien qué. Al mes siguiente, decidí no raparme. Desde esa última vez, pasaron varios meses. Ahora me veo bien aunque no me vea raro. Ahora me siento fuerte aunque no exprese dureza. Ahora me doy cuenta de que cambié del que era a el que tuve que ser a el que estoy siendo, aunque no sepa bien qué y el pelo siga creciendo…

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