jueves, 22 de abril de 2010

LA MILI (HISTORIA ENVIADA POR JOHN)

Cuando fui al servicio militar, yo sabía que estaba prohibido raparse al cero. Esto se reservaba sólo para los que iban a la cárcel, los que habían dado un puñetazo a algún oficial.

Pero un día volví al cuartel un poco borracho, poco, bromeando y me sacaron la máquina de cortar el pelo. Otro soldado empezó la broma: "Te paso la máquina? No? Te atreves?" Yo dije: "Sí, pásala". Y mi amigo me pasó la máquina por toda la cabeza. No era al cero, pero poco le faltaba.


Dos días después, cuando hacíamos gimnasia, el teniente me preguntó por qué iba tan pelado. Yo no sabía qué decir. Quería saber qué había pasado. Y le dije la verdad, que yo me había dejado pelar. Ell teniente respondió: "Parece que te gusta ir pelado. Te vas a presentar todos los sábados con la cabeza rapada. Dile al barbero que lo he mandado yo". Añadió esto porque existía la historia de un barbero que había sido pasado. No cortaba el pelo bastante corto y fue castigado. Luego tuve que ir a la peluquerñia del cuartel y pedir que me rapasen la cabeza. Todos los sábados tenía que presentarme recién rapado al teniente y tenía que ir con el peluquero. Para asegurarse de su trabajo me pasaba la máquina dos o tres veces para que no quedase ni sombra de pelo. Una vez, cuando íbamos hacia el teniente, me hizo volver a para afeitarme la cabrza con cuchilla ya que me se veían los puntos del cabello cuando empieza a crecer.
Así que tuve que ir pelón, pelado al rape durante cinco meses. Después el teniente fue trasladado Dios sabe dónde. Todos estos meses con la cabeza afeitada me gané el nombre de "bola de billar". Mi cabeza era tan suave y redonda por lo que me llamaban "Bola de billar" o simplemente "El bola".
Afeitarse la cabeza por placer puede ser divertido pero en mi caso se trataba de un castigo y me sentí humillado durante cinco meses.
Cuando sañia del cuartel para mi casa casi nunca me quitaba la gorra. Un día de verano con un gran calor, me quité la gorra en el tren. Me encontré con cuatro chicos que me preguntaron si en el ejército pelaban todos al cero.
Cuando fui al servicio militar, yo sabía que estaba prohibido raparse al cero. Esto se reservaba sólo para los que iban a la cárcel, los que habían dado un puñetazo a algún oficial.

Pero un día volví al cuartel un poco borracho, poco, bromeando y me sacaron la máquina de cortar el pelo. Otro soldado empezó la broma: "Te paso la máquina? No? Te atreves?" Yo dije: "Sí, pásala". Y mi amigo me pasó la máquina por toda la cabeza. No era al cero, pero poco le faltaba.


Dos días después, cuando hacíamos gimnasia, el teniente me preguntó por qué iba tan pelado. Yo no sabía qué decir. Quería saber qué había pasado. Y le dije la verdad, que yo me había dejado pelar. Ell teniente respondió: "Parece que te gusta ir pelado. Te vas a presentar todos los sábados con la cabeza rapada. Dile al barbero que lo he mandado yo". Añadió esto porque existía la historia de un barbero que había sido pasado. No cortaba el pelo bastante corto y fue castigado. Luego tuve que ir a la peluquerñia del cuartel y pedir que me rapasen la cabeza. Todos los sábados tenía que presentarme recién rapado al teniente y tenía que ir con el peluquero. Para asegurarse de su trabajo me pasaba la máquina dos o tres veces para que no quedase ni sombra de pelo. Una vez, cuando íbamos hacia el teniente, me hizo volver a para afeitarme la cabrza con cuchilla ya que me se veían los puntos del cabello cuando empieza a crecer.
Así que tuve que ir pelón, pelado al rape durante cinco meses. Después el teniente fue trasladado Dios sabe dónde. Todos estos meses con la cabeza afeitada me gané el nombre de "bola de billar". Mi cabeza era tan suave y redonda por lo que me llamaban "Bola de billar" o simplemente "El bola".
Afeitarse la cabeza por placer puede ser divertido pero en mi caso se trataba de un castigo y me sentí humillado durante cinco meses.
Cuando sañia del cuartel para mi casa casi nunca me quitaba la gorra. Un día de verano con un gran calor, me quité la gorra en el tren. Me encontré con cuatro chicos que me preguntaron si en el ejército pelaban todos al cero.

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