miércoles, 8 de octubre de 2008

EL VIAJERO

Tenia 28 años cuando ocurrió esta historia.
Trabajaba de vendedor en una empresa de repuestos de automoviles y recorría toda la provincias de españa. En realidad vivía en vitoria y a veces pasaba un mes sin volver a mi casa, por lo tanto era común que en esa época yo no tuviese un peluquero fijo. Y también era obvio que no tuviese por esta razón un corte de pelo siempre igual, aunque todos mas o menos se parecían, ya que uno le da las indicaciones de cómo quiere el corte al peluquero.
Yo tenia el cabello castaño, ni claro ni oscuro, lacio y muy brilloso, lo usaba con raya al costado con gran flequillo, a los costados el cabello me tapaba las orejas (aun después de cortármelo) y atrás me tapaba el cuello de la camisa.
En varias oportunidades me elogiaron mi cabello, tanto hombres como mujeres, y no era para menos, de verdad que tenia un cabello muy bonito, yo también me lo cuidaba mucho usando un buen champu y una buena crema de enjuague, no usaba secador por que supuestamente esto seca el cabello y una vez al mes me hacia un baño de crema. Una vez un amigo me dijo riéndose, que mi cabello era el secreto de mis conquistas con las chicas, luego, pensándolo seriamente pensé que tal vez era cierto, ya que todas mis novias (y tuve varias) siempre me tocaban el cabello y me lo elogiaban.
Lo que les voy a contar sucedió en febrero, en una pequeña ciudad que no habrá tenido mas de 20.000 habitantes, allí tenia solo dos clientes.
Llegué un miércoles a la mañana y para el mediodía ya había visitado a ambos clientes. Mi próximo destino era una ciudad a 30 Km. de distancia. Yo tenia por costumbre llamar a mis clientes para avisarles que día y a que hora aproximadamente iba a pasar, de esta manera no perdía el tiempo esperando al cliente y en verdad así ahorraba mucho tiempo, que en el mes se transformaban en un par de días de ahorro.
El cliente de la próxima ciudad me había dicho que lo visite el jueves por que iba a estar de viaje y volveria ese día, por lo tanto tenia el miércoles por la tarde libre. Era raro que esto sucediese, ya que saltaba de una ciudad a otra inmediatamente. No quería dejar de visitar a este cliente ya que me compraba mucho, y este era mi ultimo cliente antes de volver a Vitoria.
Así que después de almorzar salí a pasear por las despobladas calles de esta ciudad, eran aproximadamente las dos del mediodia. Y en esta ciudad la gente duerme la siesta.
No hay mucho para ver, pero me gustaba caminar de día por esa ciudad solitaria.
Ya llevaba casi una hora de paseo cuando pase por una vieja peluquería que curiosamente estaba abierta. Me llamo la atención y seguí caminando. Habria andado media kilometro cuando recordé que el día anterior, despues de bañarme, al peinarme, me dije que ya necesitaba un corte de cabello.
El siguiente medio kilometro lo anduve mientras pensaba si volvía a esa peluquería a cortarme el cabello, o lo hacia cuando volviese a Vitoria.
Analice la situación y llegue a la conclusión que era mejor aprovechar esa tarde libre haciendo cosas que comúnmente no puedo hacer cuando estoy con mucho trabajo, por ejemplo acudir a la peluquería, de paso al otro día visitaba al cliente con una mejor presencia, ya que mi cabello estaba demasiado largo, me lo había dejado crecer mas de lo de costumbre, y no me gustaba. así que di la media vuelta y volví por mis pasos hacia la peluquería.
Al llegar a la puerta de la peluquería me encontré que la misma estaba iluminada por la luz que entraba por la puerta y por la que pasaba a través de la cortina que daba a la calle. pensé que estaba cerrada, pero la puerta abierta me invitaba a entrar a investigar.
Era una peluquería muy vieja, con sillón de metal y cuero. Olía a talco antiguo. En una de las sillas destinadas a los clientes que esperan, también antiguas por cierto, estaba sentado durmiendo con la cabeza gacha el que sé suponía era el peluquero. Un hombre de unos 70 años, de contextura mediana y con su cabeza rapada.
En voz alta dije - “perdón”. El hombre levanto su cabeza como sorprendido, me miro por un segundo como tratando de entender que era lo que sucedía, y en tono un poco seco me dijo –“si, que quiere”. Le conteste –“para cortarme el pelo, ¿esta abierto? “. Con un gesto un tanto brusco me hizo una seña con la cabeza mirando el sillón al tiempo que decía –“siéntese”.
Tome asiento un poco sorprendido por la actitud despectiva de este peluquero para tratar a un cliente, sospeche que simplemente era así por que yo era un desconocido, y generalmente a los desconocidos en estas ciudades pequeñas se los trata con desconfianza.
Me coloco la capa alrededor de mi cuello y al atarla atrás, la apretó bastante, tanto que cuando termino y me la retiro me quedo la marca por unas horas.
Luego de colocarme la capa, tomo mi cabello entre sus dedos arriba y luego atrás como determinando el largo del mismo, inclusive observe una mueca en su rostro como desaprobando el largo.
La peluquería debía tener al menos 50 años, no solamente por lo antiguo del sillón, que tenia el cuero ajado y roto en algunos lugares, sino también por todo el mobiliario. El espejo estaba oxidado en los bordes y tenia una esquina quebrada. Bajo el espejo había un mármol negro donde estaban apoyados los instrumentos de trabajo y bajo este había dos cajones. Sobre el mármol había cuatro maquinas de cortar el pelo manuales, varias tijeras y cinco o seis peines. En una esquina había una especie de portalápiz de donde sobresalían varias navajas.
Supuse que iba a encender las luces para trabajar, pero no lo hizo. Si bien entraba bastante luz de afuera, creo que no era lo suficiente para trabajar cómodo.
El peluquero dio vuelta el sillón de tal manera que yo quede de espalda al espejo, y quede mirando la puerta de entrada.
pensé que estaba arreglando algo del sillón, y que pronto me volvería a poner de cara al espejo. Aparte que todavía no me había preguntado como iba a querer mi corte. Sin embargo se escuchaba ruido como que estaba manipuleando los elementos de trabajo, que abría y cerraba los cajones... pensé –“me imagino que me ira a preguntar como quiero que me corte, bueno, no importa, si veo que me empieza a peinar sin preguntarme, me adelanto y le digo yo como lo quiero”.
En eso, observo en la puerta un cartel al lado del letrero de abierto. El cartel estaba hecho sobre una hoja blanca de unos 10 por 20 cm., y escrito con fibron negro. El cartel decía: “en esta peluquería solo hacemos cortes cortos, Ud. Entra a su riesgo”. Fruncí la frente como diciéndome – “estoy leyendo mal, no puede decir semejante cosa”, y volví a leer el cartel dos veces más. Efectivamente estaba leyendo bien. Lo que sucedió a continuación lo recordare por el resto de mi vida.
Ni bien estaba terminado de leer el cartel por tercera vez, la mano del peluquero se apoyo en la cima de mi cabeza y me la inclino hacia abajo. Yo abrí la boca para decirle como quería que me corte el cabello, es decir apenas dos centímetros en general, eso decía siempre. En eso escucho que se enciende la maquina eléctrica. No era el ruido de siempre, de todas las maquinas eléctricas, que se escucha un chillido rápido. Esta se escuchaba un poco más lenta. En vez de decirle lo que había pensado, simplemente pensé “¿qué esta por hacer este tipo?”.
A continuación siento algo frío en mi nuca y el sonido de la maquina lo siento retumbar en mi cabeza. Recuerdo que apenas atine a abrir la boca para pararlo, pero no me salieron las palabras. Sentí un escalofrío en mi columna y que el corazón se me paraba del terror, no me salían las palabras. Sospecho que todo esto sucedió en apenas una fracción de segundo, pero a mí me pareció una eternidad.
De repente el frío de las cuchillas de la maquina que sentía en la nuca, sé deslizaron en un movimiento ni lento ni rápido hasta la coronilla. No podía creer lo que estaba sucediendo. ¡me estaba pasando la maquina por mi cabeza! ..intente decir algo, “¡pare!” O “¡qué hace!” , pero las palabras seguían sin salirme, sospecho que era del ataque de pánico que tenia.
La maquina volvió a la base de la nuca y nuevamente se deslizo hacia arriba, pero ahora en una franja al lado de la primera, y otra franja mas, y otra, hasta cubrir toda mi nuca. A pesar del calor de febrero, sentí frío en mi nuca, la tenia desnuda.
A partir de allí no recuerdo haber pensado en nada mas, es como que me deje llevar, me sentí sumiso, como violado.
Hizo el mismo trabajo en ambos costados. Ahora podía ver caer en mi regazo largos mechones de mi brilloso cabello, no podía creer lo que veía, eso no me podía estar sucediendo a mí, parecía ser un sueño.
Alcance a ver la maquina y vi que tenia las cuchillas desnudas, sin los soportes que habitualmente se le coloca a las maquinas para no cortar tan corto el cabello. Ahí creí desmayarme.
La maquina se deslizo desde mi patilla hasta donde habitualmente me hacia la raya del peinado.
Luego paso del otro costado con idénticos movimientos.
Una vez que termino esto apago la maquina.
pensé que la tortura había terminado, pero no era así.
Escuche que hacia ruidos con sus elementos de trabajo, y a continuación volvió a mí con su elemento de tortura, la maquina, pero esta vez sí tenia el soporte en sus filos. Lo supe ni bien la vi, era para la parte de arriba de mi cabeza.
La prendió y la apoyo en mi frente. La maquina se deslizo hasta la parte de atrás una y otra vez hasta cubrir toda la parte de arriba de mi cabeza. Nuevamente veía caer toneladas de cabello brilloso en mi regazo.
Una vez terminado esto, cambio de maquina, me di cuenta por el ruido, ahora si era un chillido mas rápido, y marco todo el borde de la nuca y la patilla.
Luego saco la pelusa de la nuca con la navaja, y me paso en la cabeza un cepillo del tipo que se usa para sacar brillo a un zapato.
Por ultimo el movimiento más terrible de todos: dio vuelta el sillón y me encontré frente al espejo.
Estaba totalmente pelado. Inclusive arriba, por mas que estaba mas largo que a los costados, seguía siendo muy corto. Juro que no me reconocí.
Me saco la manta, la sacudió y dijo: “listo joven”.
Todo lo sucedido fue muy extraño, inclusive no le dije nada al peluquero. Por mas que estaba indignado , ni le dije nada, solo pague y me fui.
No sé cuanto anduve, mi cabeza estaba en otro mundo, como perdido, todavía sin poder creer lo que había sucedido. Cada tanto me tocaba la cabeza para verificar que era cierto lo que había sucedido.
En el hotel el recepcionista no me reconoció, y tuve que explicarle quien era, que solo me había cortado el pelo.
En el baño del hotel creo que estuve mas de media hora mirándome y pasándome la mano por mi cabeza rapada.
Con los días la bronca se me paso y la verdad que me termino gustando. Si bien mi pelo era bonito, ya era hora de cambiar ese corte de niño, pero nunca me hubiese animado.
Termine encontrándole el lado positivo a esa rapada.
No me he vuelto a rapar, pero si uso ahora el cabello mas corto, que se adapta mas a mi edad, tengo 36 años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaria saber una peluqueria así cerca de Madrid

ayudamearaparme dijo...

NO LO SE NO EH ESTADO NUNCA EN MADRID PERO LO VISITARE, SI ME ENTERO DE ALGUNA TE DIGO